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La cultura transformadora.

FUENTE: Estado, cultura popular y gestión cultural. Motores para la transformación social. GUSTAVO CORRALES y BERNARDO IGLESIAS

Las políticas socioculturales y el aporte de artistas, gestores y actores sociales. El arte y la cultura como ejes de trabajo para la transformación social.

La cultura popular no puede entenderse bajo una sola mirada, subsiste en la complejidad del tejido social. Es imprescindible conocer a fondo cada ámbito sociocultural y gestionar desde ideologías que sostengan la acción y políticas que las contengan, procurando acercarse a una democracia cultural.


Disquisiciones ideológicas sobre cultura popular, gestión y políticas culturales.

La cultura popular no puede entenderse bajo una sola mirada. No por nada coexisten múltiples abordajes teóricos sobre un tema vasto y engorroso, que subsiste en la complejidad del tejido social existente. La gestión cultural y la aplicación de políticas culturales por parte del Estado en las culturas subalternas tampoco puede realizarse en una sola dirección. No sirve plantearse proyectos ambiciosos y descontextualizados. Es imprescindible conocer a fondo cada ámbito sociocultural donde se decida realizar el abordaje para lograr resultados positivos. Tampoco debe gestionarse sin contenido, sin una ideología que sostenga la acción, sin una política que contenga las acciones.

En una línea neogramsciana, el antropólogo Adolfo Colombres (Autor del Manual del promotor cultural, 1991 y ed. posteriores actualizadas) acusa las falencias de la animación sociocultural por haber invisibilizado a las distintas formas de dominación cultural que operan en la dialéctica de nuestros países. Asegura que, al haber surgido como una política oficial destinada a los sectores populares a quienes se pretendió desarrollar culturalmente con un ánimo asistencialista, subyace el colonialismo desde la propia génesis de la actividad.

La promoción cultural a diferencia de la animación sociocultural no es una mera tecnología social, sino una teoría específica que se convierte en práctica en un contexto también específico: el popular. La práctica no puede ser desligada de la idea de autogestión, de un movimiento cultural surgido del grupo para asumir el control y descolonización de su cultura. De lo que se trata, en definitiva, es de recuperar la integridad de una cultura fragmentada, devolverle su coherencia, explorar sus posibilidades, definirla como un modelo totalizador oponible al modelo dominante. Más que una política, la promoción cultural es una acción de apoyo a las políticas que se fijen los sectores populares. En la elaboración de éstas, el agente externo puede asesorar, pero no tomar decisiones por su cuenta, desde que no se le asigna en dicho proceso un rol protagónico.

El verdadero promotor cultural no es un agente externo sino interno, un militante del grupo al que pertenece y no alguien formado en otros contextos para actuar en cualquier parte.

También marca las diferencias entre gestión y promoción cultural. Sostiene que mientras el gestor cultural es quien realiza acciones, produce hechos, origina, genera –gesta–, el promotor cultural, “más que gestar lo que no existe aún, recupera lo existente, lo pone en valor y potencia de manera creativa. Más que crear y generar por su cuenta, interviene en la reformulación colectiva de la cultura a la que pertenece, pues más que ante una estética de la subjetividad, que caracterizaría al gestor, se halla involucrado en una estética de la comunidad, que tiene mecanismos distintos, y hasta opuestos, para construir la realidad.”

Aclara que promover es más humilde que gestar o recrear individualmente un patrimonio colectivo.

“Es tan sólo adelantar, hacer avanzar algo, activarlo. Su anclaje en las culturas subalternas es total, pues busca en cada caso generar una teoría y una acción ajustadas a la realidad del propio grupo al que se pertenece, con miras a su descolonización profunda.”



García Canclini contrapone estas ideas por considerarlas maniqueas y poco superadoras, y remite a Bourdieu para entender mejor los procesos de las culturas populares.

“Bajo la influencia gramsciana, se prestó atención a la capacidad de réplica y autonomía de las clases subalternas. (…) Se insistió tanto en la contraposición de la cultura subalterna y la hegemónica, y en la necesidad política de defender la independencia de la primera, que ambas fueron pensadas como exteriores entre sí. Con el supuesto de que la tarea de la cultura hegemónica es dominar y la de la cultura subalterna es resistir, muchas investigaciones no parecen tener otra cosa que averiguar fuera de los modos en que una y otra cultura desempeñan sus papeles en ese libreto."

Según el autor, se atribuye propiedades de resistencia contra el poder a fenómenos que son simples recursos populares para resolver sus problemas u organizar su vida al margen del sistema hegemónico (solidaridad barrial, fiestas tradicionales).

En otros casos, las manifestaciones de pretendida ‘impugnación’ o ‘contrahegemonía’ representan más bien la ambigüedad, el carácter irresuelto de las contradicciones en las clases subalternas (por ejemplo, defensas de intereses localistas que no cuestionan los resortes básicos del capitalismo). Los procesos sociales no se producen con dicotomías estancas, sino que los individuos que conforman estas estructuras sociales actúan de acuerdo a cómo han ido formando sus habitus y gustos, “no por las influencias ocasionales con que los medios o los partidos políticos buscan orientar la conducta”, aclara G. Canclini.

“Si hay una homología estructural entre el orden social y las prácticas de los sujetos es porque éstos han interiorizado las determinaciones sociales. Como lo demuestra Bourdieu, el habitus, generado por las estructuras objetivas, genera a su vez las prácticas individuales, da a la conducta esquemas básicos de percepción, pensamiento y acción. El habitus sistematiza el conjunto de las prácticas de cada persona y cada grupo, garantiza su coherencia con el desarrollo social más que cualquier condicionamiento ejercido por campañas publicitarias o políticas.“

La aportación de Bourdieu “nos permite precisar en qué condiciones socioculturales opera el conflicto político entre lo hegemónico y lo subalterno. Permite situar la potencialidad transformadora de las clases populares en los límites que le pone la lógica del habitus y del consumo, ese consenso interior que la reproducción social establece en la cotidianeidad de los sujetos.”

Al respecto, insiste que el análisis sobre la resistencia de las clases subalternas debe complementarse con el estudio del consumo, ya que “el solo registro de manifestaciones de resistencia tiende a sobrevalorar la autonomía, la capacidad de iniciativa y oposición popular. Sin embargo, también el estudio unilateral del consumo, al estilo de Bourdieu o Baudrillard, acentúa la pasividad del comportamiento popular, su dependencia de la reproducción social.”

En relación a esto, el autor basa su mirada desde la comunicación masiva, que algunos culpan como método unilateral de dominación. Afirma que los procesos de consumo son algo más complejo que la relación entre medios manipuladores y audiencias dóciles.

“Se sabe que buen número de estudios sobre comunicación masiva han mostrado que la hegemonía cultural no se realiza mediante acciones verticales en las que los dominadores apresarían a los receptores: entre unos y otros se reconocen mediadores como la familia, el barrio y el grupo de trabajo. En dichos análisis, asimismo, se han dejado de concebir los vínculos entre quienes emiten los mensajes y quienes los reciben únicamente como relaciones de dominación.”

Las políticas culturales deben también encontrar su sentido procurando acercarse al concepto de la democracia cultural, distinto a la algo anticuada idea de democratización de la cultura, por más que no se nieguen las buenas intenciones de esta última.

Esta distinción fue marcada originalmente por Grosjean e Ingberg, y luego reafirmada y pulida por Ezequiel Ander-Egg. A grandes rasgos, los autores definen a la democratización de la cultura como la que busca garantizar a todos el acceso a la cultura –planificación de arriba hacia abajo–, y a la democracia cultural como la que quiere asegurar a todos la posibilidad de crear desde dentro de la propia comunidad, con sus propios códigos.

Según Ander-Egg, las siguientes son las referencias claves que diferencian a ambas posturas, en cuadro comparativo:

Democratización cultural
✹ Los beneficios de la cultura se difunden entre la población mediante instituciones culturales.
✹ Se proporcionan conocimientos culturales para hacer participar de los beneficios de la elite cultural y de lo que ésta produce.
✹ Procura cerrar el foso cultural producido por la desigualdad en la posesión y acceso a los bienes culturales y corregir los desajustes funcionales que dentro del sistema social producen estas desigualdades.
✹ El rol institucional es el de hacer circular todo tipo de discurso cultural de la manera más eficaz posible.
✹ El gestor es un mediador entre el arte y el pueblo: su función es la de trasvasar bienes culturales.
✹ EL OBJETIVO ES: cultura para todos, que la cultura esté al alcance de todos El sujeto del proceso es receptor/ espectador/consumidor.

Democracia cultural
✹ Se asegura a los individuos, grupos o pueblos los instrumentos para que, con libertad, responsabilidad y autonomía desarrollen su vida cultural.
✹ Promueve procesos de participación y de vida asociativa, en la realización de las actividades culturales.
✹ Procura que cada uno pueda conducir su vida y su cultura, con el fin de desarrollar el conjunto de sus potencialidades con especial respeto a la propia identidad cultural y de aquellos que no la comparten.
✹ El rol institucional es el de generar procesos de participación cultural de la manera más amplia posible.
✹ El gestor es un catalizador que ayuda a desencadenar un proceso de dinamización cultural.
✹ EL OBJETIVO ES: cultura para todos, que cada cual viva y realice su cultura.
✹ El sujeto del proceso es participante/actor /productor.



BIBLIOGRAFÍA CITADA Y SUGERIDA

Colombres, Adolfo, ¿Militancia cultural o gestión profesional? Jugar el el bosque cuando el lobo no mira. II Congreso Cultural de Cultura, Mar del Plata, 2008.

García Canclini, Néstor, Cultura y organización popular. Gramsci con Bourdieu, en Cuadernos Políticos, número 38, Ediciones Era, México, D.F., 1984.

Bourdieu, Pierre, Campo de poder, campo intelectual. Itinerario de un concepto, Ed. Montressor, Buenos Aires, 2002.

García Canclini, Néstor, Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización, Ed. Grijalbo, México, D.F., 1995.

Grosjean, E; Ingberg, H, Implicaciones de una política de animación sociocultural, en Consejo de Europa: Animación socio-cultural, Ministerio de Educación, Madrid, España, 1980.

Ander-Egg, Ezequiel, La animación y los animadores: pautas de acción y de formación, Narcea, Madrid, 1980






ÚLTIMA ACTUALIZACIÓN 05/MAR/2024

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